El fenómeno del rayo ha sido una fuente inagotable de inspiración y temor en la mitología, la cultura antigua, la literatura y el cine a lo largo de los siglos. Su impresionante poder y su capacidad para iluminar el cielo nocturno han llevado a diversas civilizaciones a atribuirle significados místicos y divinos antes de conocer la física que se encuentra detrás de este fenómeno atmosférico. Desde los dioses del trueno en la mitología hasta su simbolismo en la literatura clásica y contemporánea, el rayo ha dejado una huella indeleble en la imaginación humana.
El estudio del rayo y los fenómenos relacionados implica a distintas ramas de la física, desde la atmosférica a la del plasma o la electrodinámica cuántica. A día de hoy no se conoce en su totalidad el mecanismo exacto por el que se generan los rayos en las nubes y tampoco el mecanismo por el que impactan en un determinado punto. Sin embargo, y a pesar de las dificultades para estudiar estas descargas atmosféricas, se dispone cada vez de más información proveniente de las observaciones y medidas.
El fenómeno del rayo en la ficción – De la mitología a la literatura antigua y moderna
Hasta el comienzo del estudio del fenómeno de los rayos, sin embargo, su naturaleza ha inspirado fascinación y temor a la raza humana. En la mitología griega, Zeus, el rey de los dioses, es frecuentemente asociado con el rayo. Según Hesíodo en su Teogonía, Zeus utiliza el rayo como su arma principal, otorgada por los cíclopes como un símbolo de su autoridad y poder supremo (Hesíodo, Teogonía, línea 501-506). Este elemento se convierte en un instrumento de justicia y retribución divina, manifestando el dominio de Zeus sobre el cielo y la tierra.
La mitología nórdica también presenta una figura poderosa asociada con el rayo: Thor, el dios del trueno. En la Edda Prosaica de Snorri Sturluson, Thor empuña un martillo llamado Mjölnir, que produce rayos cuando es lanzado (Sturluson, Edda Prosaica, Gylfaginning, capítulo 20). Este martillo no solo simboliza el poder destructivo del rayo, sino también la protección y la fuerza, atributos esenciales para un dios protector de la humanidad y los dioses.
En la literatura védica de la antigua India, el rayo también ocupa un lugar destacado. Indra, el dios del cielo y el rey de los devas, empuña el vajra, un arma de rayos, para vencer a los demonios y proteger el orden cósmico (Rig Veda, Mandala 1, Sukta 32). El vajra no solo representa la fuerza invencible de Indra, sino también la iluminación espiritual y la pureza.
El impacto cultural del rayo se extiende más allá de la mitología y se infiltra en la literatura antigua y moderna. En La Ilíada de Homero, Zeus utiliza el rayo para mostrar su favor o descontento, afectando directamente el curso de los eventos humanos (Homero, La Ilíada, libro 8, línea 75-80). El uso del rayo en esta epopeya subraya la intervención divina en los asuntos humanos y el destino.
La literatura romana también aborda el tema del rayo. En La Eneida de Virgilio, Júpiter, el equivalente romano de Zeus, usa los rayos para imponer su voluntad y guiar el destino de Eneas (Virgilio, La Eneida, libro 1, línea 223-233). Esta obra refleja la creencia romana en el poder divino de los dioses para influir en el destino de los mortales.
Estos ejemplos demuestran cómo el rayo ha sido un símbolo multifacético en la mitología, la cultura y la literatura. Desde representar el poder divino hasta servir como un símbolo de transformación y destino, el rayo continúa siendo una fuerza poderosa y evocadora en la narrativa humana.
¡Está vivo! – Galvanismo y la chispa de la vida en Frankenstein o el moderno Prometeo
El galvanismo es una teoría del médico italiano Luigi Galvani (1737-1798) según la cual el cerebro de los animales produce electricidad que es transferida por los nervios, acumulada en los músculos y disparada para producir el movimiento de los miembros. A partir de la publicación en 1791 de su libro De viribus electricitatis in motu musculari commentarius, el fenómeno galvánico se hizo público, conocido en todo el mundo y comenzó a ser estudiado por gran cantidad de científicos.
Esta singular teoría recorrió los claustros universitarios europeos entre finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX y llevó a una serie de experiencias primigenias con animales (e incluso cadáveres humanos) que pueden considerarse como remoto antecedente del desfibrilador cardíaco moderno.
Un verano inusualmente frío, una reunión entre intelectuales románticos en Suiza y un reto fueron suficientes para que Mary Shelley aplicase la teoría del galvanismo y la electricidad como la chispa al relato de un doctor con una fuerte crisis existencial y complejo de Dios, que animó a una criatura elaborada de retales, de piezas de otras personas muertas, en Frankenstein o El Moderno Prometeo, obra publicada en 1818.
Aunque en el imaginario colectivo se establece que La Criatura consigue vida tras una descarga atmosférica, no es hasta la versión cinematográfica de 1931 que se hace explícito el uso de un rayo como catalizador para la animación del cuerpo del monstruo (y de su posterior compañera), dado que en la novela únicamente se refiere a una tormenta en el exterior del laboratorio. El rayo, en cualquier caso, es una constante durante el texto, como alegoría de la iluminación.
1.21 gigavatios – La energía del rayo como catalizador del viaje en el tiempo en Regreso al futuro
Para toda una generación, el uso del rayo dentro de una obra de ficción está ligado de forma indisoluble al alambicado plan que Doc, epítome del científico loco que co protagonizaba Regreso al Futuro (Robert Zemeckis, 1985), trazaba en 1955 para devolver a un adolescente al futuro, después de un accidental (y accidentado) viaje en el tiempo.
Por resumir, un científico crea una máquina del tiempo en un coche. Para que funcione, el vehículo debe de alcanzar una velocidad determinada (142 kilómetros por hora) y producir, mediante una reacción nuclear, 1.21 gigavatios de energía. Al viajar a 1955, la versión del pasado del doctor informa a Marty de que la única fuente de energía disponible es una descarga atmosférica, un fenómeno del todo imprevisible.
En este caso, la previsión de una tormenta y la caída del rayo en un punto exacto viene dictada por la propia historia del pequeño pueblo en el que se desarrolla la acción. Durante la noche de un día concreto, un rayo cae en el reloj de la torre, causando una avería. Aunque en la actualidad es posible evaluar las condiciones necesarias para que se produzca una descarga para prevenir accidentes, predecir el punto exacto donde va a caer un rayo es imposible.
En la película, de la descarga atmosférica, se aprovecha únicamente la energía que produce (y que en las posteriores entregas de la trilogía se realiza mediante un proceso de fusión nuclear futurista), dado que la mecánica del viaje en el tiempo se produce gracias a que esa reacción activa un invento, el condensador de fluzo, cuyo mecanismo nunca se explica.
Aunque no todas las descargas atmosféricas son iguales, un rayo sería capaz de alcanzar y exceder la cifra de 1.21 gigavatios que se requiere en la película, conseguir canalizar esa energía hacia un punto concreto para conseguir la reacción entra dentro del terreno de las licencias propias de una obra de ficción.
El hombre más rápido del mundo – El rayo como alegoría de la velocidad
Además de su potencia, el rayo también se ha convertido en una alegoría de la velocidad. No es para menos, ya que la velocidad media de un rayo alcanza los 440 kilómetros por segundo.
Dentro de la ficción, hay un personaje que ha estado íntimamente ligado a la figura del rayo casi desde su concepción. Creado en 1956 y modelado tras otro héroe del mismo nombre, la segunda versión de Flash, el superhéroe más rápido, adquiere sus poderes tras sufrir una descarga atmosférica que, mezclada con una variedad de productos químicos, le confiere el poder de viajar a grandes velocidades.
Esta historia de origen se ha mantenido como canon en las versiones posteriores, tanto en cómic como en sus representaciones en cine y en televisión. Es precisamente en la versión cinematográfica más reciente, The Flash (Andy Muschietti, 2023) cuando, además del origen canónico, se intenta repetir el fenómeno en un laboratorio usando una versión muy sui géneris del experimento de la cometa de Benjamin Franklin, solo que lanzando un trazador ascendente para atraer la descarga.